Con la emoción de los partidos ya terminada, llegaba el momento más esperado de la jornada. La entrega de premios de la Copa de España Infantil Grupo Leche Pascual mostraba las dos caras de la moneda deportiva.

Ceremonia de premios

La Felicidad y la Rabia

El pabellón todavía vibraba con los ecos de la emoción vivida durante el partido cuando los organizadores comenzaron a preparar el escenario para la ceremonia de clausura. Las gradas permanecían repletas de aficionados que no querían perderse ni un segundo de aquella tarde memorable. Los jugadores del Real Madrid celebraban con abrazos y saltos su victoria en la tanda de penaltis, mientras que en el otro extremo de la pista, los chavales de Osasuna intentaban procesar la amargura de haber estado tan cerca de levantar el trofeo.

La felicidad del conjunto blanco era palpable en cada gesto, en cada sonrisa que iluminaba los rostros cansados pero satisfechos de los pequeños campeones. Habían luchado durante todo el torneo, superando rivales complicados y enfrentándose a situaciones adversas que les habían hecho crecer como futbolistas y como personas. Ahora recogían el fruto de su esfuerzo, de esas interminables horas de entrenamiento en las que perfeccionaban cada regate, cada pase, cada disparo a portería. Sus entrenadores les abrazaban con orgullo, conscientes de que aquellos críos acababan de protagonizar una hazaña que recordarían toda su vida.

Por su parte, los jugadores rojillos mostraban ese contraste tan humano y comprensible de emociones encontradas. La rabia se mezclaba con el orgullo por haber llegado hasta la final, por haber plantado cara a un gigante como el Real Madrid y haber estado a punto de llevarse la copa. Algunos no podían contener las lágrimas, fruto de la decepción y el cansancio acumulado. Sus compañeros les consolaban con palmadas en la espalda y palabras de ánimo, recordándoles que habían jugado un partido magnífico del que nadie debería avergonzarse.

Los técnicos de Osasuna se acercaban a cada uno de sus pupilos, agradeciéndoles el esfuerzo y recordándoles que el fútbol está lleno de estas situaciones que forjan el carácter. Les explicaban que perder así, después de haberlo dado todo, después de haber empatado nueve veces durante el partido, no era motivo de vergüenza sino de aprendizaje. Aquella experiencia les haría más fuertes, más resistentes ante la adversidad, mejor preparados para futuras batallas en los terrenos de juego donde seguirían defendiendo los colores de su club con la misma pasión demostrada aquella tarde.

El Protocolo de la Entrega

La ceremonia comenzó con la presentación de los equipos en el centro de la pista. Primero salieron los jugadores de Osasuna, subcampeones del torneo, recibiendo una cerrada ovación del público presente que reconocía así su extraordinario desempeño durante toda la competición. Cada uno de ellos recibió su medalla de plata de manos de los representantes del Grupo Leche Pascual, patrocinador principal del evento que año tras año apuesta por el fútbol base español como cantera de futuros valores del deporte rey.

El presentador recordaba los mejores momentos del torneo mientras los pequeños futbolistas navarro posaban para las fotografías oficiales, intentando esbozar una sonrisa que ocultara la tristeza del momento. Sus familiares en las gradas les animaban con aplausos, orgullosos de verles allí arriba a pesar de no haberse colgado el oro. Algunos padres también tenían los ojos vidriosos, emocionados por el esfuerzo de sus hijos y por lo mucho que habían madurado durante aquellos días de competición.

Después llegó el turno de los campeones. Los jugadores del Real Madrid subieron al podio entre vítores y cánticos de su afición, que había viajado hasta el pabellón para apoyar a la cantera blanca. El capitán del equipo recogía el trofeo con las dos manos, alzándolo hacia el cielo mientras sus compañeros le rodeaban formando una piña de celebración. Las medallas de oro brillaban sobre sus pechos inflados de satisfacción y agotamiento. Era el momento culminante de toda una temporada de sacrificios, de renuncias a quedarse jugando en la calle con los amigos del barrio para acudir religiosamente a los entrenamientos.

Los organizadores aprovecharon la ocasión para entregar también los premios individuales del torneo. El Pichichi de la competición fue para un delantero del equipo madrileño que había marcado once goles a lo largo del campeonato, demostrando un olfato goleador impropio de su edad. El premio al mejor portero recayó en el guardameta de Osasuna, un reconocimiento especial que arrancó una sonrisa en su rostro y palió un poco la decepción de no haberse llevado el título. También se distinguió al jugador más valioso del torneo y al mejor jugador de la final, distinciones que completaban una ceremonia emotiva y llena de significado para todos los participantes.

Momento de la entrega

Cada edición de la Copa de España Infantil nos recuerda que el fútbol es mucho más que un deporte. Es una escuela de valores donde se forjan los campeones del mañana.

“Ganar es importante, pero hacerlo con deportividad y respeto es fundamental para el crecimiento personal de nuestros jóvenes.”