Las Mejores Jugadas
Revive las acciones más espectaculares de una final que quedó grabada en la retina de todos los aficionados. Talento, técnica y magia en estado puro sobre la pista.
El fútbol indoor es un deporte donde cada segundo cuenta y cada centímetro de la pista puede ser decisivo para el desenlace de una jugada. En la final de la Copa de España Infantil Grupo Leche Pascual entre Real Madrid y Osasuna, pudimos presenciar momentos de auténtica magia futbolística que dejaron boquiabiertos a los espectadores. Los pequeños jugadores demostraron poseer una técnica depurada y una visión de juego que muchos profesionales querrían tener en sus botas.
Una de las jugadas más comentadas del encuentro llegó en el minuto doce del primer tiempo. El número diez del Real Madrid recibió un pase en la frontal del área rival, controló el balón con la planta del pie derecho como si lo tuviera atado con un hilo invisible, se giró sobre sí mismo dejando atrás a dos defensores que intentaban arrebatarle la posesión, y cuando parecía que iba a disparar a portería, tuvo la sangre fría de ejecutar un pase filtrado entre líneas que dejó solo a su compañero delante del guardameta. El remate posterior fue letal, imposible de detener para el portero rojillo.
Pero si hubo un jugador que brilló con luz propia durante toda la tarde, ese fue el extremo izquierdo de Osasuna. Este chaval menudo pero rapidísimo se convirtió en una pesadilla constante para la defensa madridista. En una de sus acciones más recordadas, recogió el balón en su propio campo, encaró a toda la zaga blanca en una carrera vertiginosa por la banda, realizó tres regates consecutivos que dejaron sentados a otros tantos rivales, se metió dentro del área como un cuchillo en la mantequilla, y cuando todos esperaban el disparo a portería, levantó la cabeza y sirvió un pase de la muerte al segundo palo donde su compañero solo tuvo que empujar el esférico a la red.
Los porteros también fueron protagonistas con algunas intervenciones que merecen estar en cualquier recopilatorio de las mejores paradas de la temporada. El guardameta del Real Madrid realizó una estirada espectacular en el segundo tiempo para desviar a córner un lanzamiento directo de falta que parecía condenado a entrar por toda la escuadra. Se lanzó como si volara, extendiendo todo su cuerpo en el aire, y consiguió tocar el balón con las yemas de los dedos desviándolo lo justo para que besara el larguero y saliera fuera. La grada entera se puso en pie para aplaudir semejante demostración de reflejos y elasticidad.
Los dieciocho goles que se marcaron durante el tiempo reglamentario no fueron fruto de la casualidad ni de errores defensivos garrafales. Cada tanto tuvo su mérito particular, su belleza específica que lo hacía digno de aparecer en cualquier recopilatorio de mejores goles de la temporada. Hubo golazos de todos los colores, desde disparos lejanos que se colaban imposibles por la escuadra hasta definiciones sutiles dentro del área pequeña que demostraban una frialdad impropia de la edad de los ejecutantes.
El cuarto gol de Osasuna merece mención especial por la jugada coral que lo precedió. El equipo navarro realizó quince pases consecutivos moviendo el balón de un lado a otro de la pista, haciendo circular el esférico con una velocidad y precisión asombrosas. Los defensores madrileños corrían de aquí para allá intentando interceptar algún pase, pero el balón siempre llegaba milimétrico al pie del siguiente jugador rojillo. Cuando la defensa blanca estaba completamente descolocada, llegó el pase en profundidad que rompió todas las líneas defensivas y el delantero de Osasuna definió con una vaselina suave que superó al portero salido de su área.
Por su parte, el Real Madrid también firmó tantos antológicos que quedarán grabados en la memoria colectiva. El séptimo gol merengue fue una obra maestra de contragolpe. Robo de balón en campo propio, pase largo al espacio, control orientado del delantero que dejaba atrás al último defensor, y cuando el portero salía desesperado a achicarse, un caño magistral que dejaba la portería vacía para que el balón entrara mansamente mientras el ejecutante levantaba los brazos celebrando lo que acababa de hacer. La grada enloqueció con aquella jugada que resumía todo lo bueno del fútbol practicado a velocidad de vértigo.
No podemos olvidar tampoco las jugadas a balón parado que funcionaron a la perfección gracias al trabajo previo en los entrenamientos. Hubo saques de esquina que terminaron en gol tras combinaciones ensayadas mil veces en las sesiones de preparación. Faltas directas ejecutadas con una técnica exquisita que engañaban a los porteros con efectos imposibles. Jugadas estratégicas que demostraban que detrás de aquellos equipos había cuerpos técnicos muy bien preparados que habían pulido hasta el último detalle táctico para llegar en las mejores condiciones posibles a aquella final tan disputada.
Lo que más sorprendió a los aficionados presentes en el pabellón fue el altísimo nivel técnico demostrado por ambos equipos durante todo el encuentro. No estábamos ante chavales que simplemente corrían detrás del balón sin ton ni son, sino ante futbolistas perfectamente formados en las mejores escuelas del fútbol base español. Cada control de balón estaba medido, cada pase tenía una intención clara, cada movimiento sin balón buscaba generar espacios o cerrar líneas de pase según correspondiera en cada momento del partido.
Los entrenadores habían hecho un trabajo excepcional en la preparación de sus respectivos planteles. Se notaba que aquellos niños llevaban años entrenando juntos, que conocían perfectamente los movimientos de sus compañeros, que sabían anticiparse a lo que iba a hacer el de al lado incluso antes de que él mismo lo ejecutara. Esa química entre jugadores no se improvisa de un día para otro, sino que es fruto de horas y horas de trabajo conjunto, de partidos disputados codo con codo, de experiencias compartidas que van creando vínculos que trascienden lo puramente futbolístico.
La velocidad de ejecución era otro de los aspectos destacables del juego desarrollado por ambos conjuntos. En el fútbol indoor no hay tiempo para pensar demasiado, hay que tomar decisiones en décimas de segundo porque el espacio reducido de la pista hace que los rivales estén siempre encima. Los chavales de Madrid y Osasuna habían interiorizado perfectamente esta premisa fundamental del fútbol sala, y sus acciones eran rápidas, directas, eficaces. Cuando controlaban el balón ya sabían qué iban a hacer con él, y eso les daba una ventaja tremenda sobre defensas que no podían anticiparse a sus movimientos.
Las rotaciones defensivas también mostraron un nivel de madurez táctica sorprendente para futbolistas de su edad. Ambos equipos presionaban en bloque, cerraban espacios con una sincronización milimétrica, y cuando perdían el balón ejecutaban repliegues coordinados que dificultaban enormemente las transiciones rápidas del rival. No era fácil encontrar huecos en aquellas defensas tan bien organizadas, y por eso cada gol marcado tenía un valor añadido que iba más allá del tanto en sí mismo. Representaba haber superado a un conjunto muy bien trabajado tácticamente y con jugadores dispuestos a sacrificarse por el colectivo.
Esta final pasará a los anales de la Copa de España Infantil como uno de esos partidos que definen una generación de futbolistas. Muchos de los chavales que disputaron aquel encuentro seguirán sus carreras en el fútbol profesional, y seguramente dentro de unos años los veremos jugando en Primera División recordando con nostalgia aquella tarde en la que se enfrentaron siendo niños en una final que terminó nueve a nueve. Algunos quizás lleguen a vestir las camisetas de sus selecciones nacionales, y en las entrevistas previas a los grandes partidos mencionarán aquella experiencia como uno de los momentos más importantes de su formación como futbolistas.
Pero más allá de lo que depare el futuro a nivel individual para cada uno de los protagonistas, lo que quedó claro aquella tarde fue que el fútbol base español goza de una salud excelente. Las canteras siguen produciendo futbolistas de calidad, técnicos bien preparados están formando a las nuevas generaciones con criterios modernos y eficaces, y los valores del deporte continúan transmitiéndose de entrenadores a jugadores creando no solo buenos futbolistas sino también mejores personas. La Copa de España Infantil cumplió una vez más su objetivo de ser escaparate del mejor fútbol formativo de nuestro país.